Episode 8: English translation
Es un domingo a la noche en el centro de La Crosse, Wisconsin. La gente está empezando a llegar a Popcorn Tavern, un bar con música en vivo que funciona desde hace mucho tiempo. Es la noche de música cubana.
A la derecha del escenario, hay un gran despliegue de comida: carne de cerdo cocida a fuego lento, plátanos, arroz y frijoles. Antes de que la gente llene los platos, se bendice la mesa.
Stay informed on the latest news
Sign up for WPR’s email newsletter.
Después de cenar, los músicos suben al escenario y el público se lanza a la pista de baile.
En el escenario, está sentado Rodosvaldo Pozo detrás de la batería; sus rastas se mecen al compás de la música. Marcos Calderón va vestido con una camisa a lunares en blanco y negro, y toca el saxofón, que ha comenzado a aprender por sí solo. Ernesto Rodríguez lleva una camiseta cubana; sonríe mucho mientras toca sus inconfundibles bongós.
Estos exiliados cubanos que llegaron a Wisconsin en 1980 por el éxodo de Mariel se han transformado en compañeros de banda, amigos y familia uno del otro.
También están muy unidos a sus ciudades de residencia en el Medio Oeste. Cuando tocan en vivo en el centro de La Crosse, reúnen a los cubanos y atraen a los no cubanos a su mundo, compartiendo música e historias.
Son wisconsinitas.
Ahora estos hombres tienen más de 60 años y han pasado la mayor parte de su vida en los Estados Unidos. Pero su corazón sigue estando en Cuba, y quieren visitar su tierra natal una vez más.
Si encuentran la manera de hacerlo.
La añoranza del hogar
Osvaldo Durruthy, de Madison, Wisconsin, tiene una bandera cubana colgada sobre la mesa del comedor. Siempre tiene presente el país donde nació, aunque no haya visitado Cuba en más de 40 años.
«Mi objetivo más importante es poder visitar mi país algún día, abrazar a mi familia y llevarles ropa y todo lo que necesiten», dice Durruthy. «Tengo a mi familia esperándome, ¿sabes? Mi hermana dice: “Hermano mío, antes de morir, lo único que quiero es verte”».
Durruthy no ha visto a su hermana en persona desde 1980, pero la ve a ella, y también a sus sobrinos de Santiago de Cuba, a través de videollamadas periódicas de WhatsApp. Les envía dinero. Pero no es lo mismo que estar juntos.
«Lo primero que quiero hacer, es abrazarla, levantarla y… darle un abrazo que nunca… como nunca ha recibido», dice Durruthy, sonriendo. «Me dijo que iba a cocinar para mí».
Wisconsin Public Radio, © Copyright 2024, Board of Regents of the University of Wisconsin System and Wisconsin Educational Communications Board.