Los refugiados de Mariel han hecho su vida en Wisconsin durante 42 años; sin embargo, siguen añorando Cuba.

Cuba is Calling

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Cuban refugees play music in Pozo and Rodriguez's living room
De izquierda a derecha: Ernesto Rodríguez, Jesús Guerra, Rodosvaldo Pozo y Marcos Calderón tocan música en La Crosse, Wisconsin. Abril de 2021. Angela Major/WPR

Episode 8: English translation

A la derecha del escenario, hay un gran despliegue de comida: carne de cerdo cocida a fuego lento, plátanos, arroz y frijoles. Antes de que la gente llene los platos, se bendice la mesa.

Después de cenar, los músicos suben al escenario y el público se lanza a la pista de baile.

En el escenario, está sentado Rodosvaldo Pozo detrás de la batería; sus rastas se mecen al compás de la música. Marcos Calderón va vestido con una camisa a lunares en blanco y negro, y toca el saxofón, que ha comenzado a aprender por sí solo. Ernesto Rodríguez lleva una camiseta cubana; sonríe mucho mientras toca sus inconfundibles bongós.

Estos exiliados cubanos que llegaron a Wisconsin en 1980 por el éxodo de Mariel se han transformado en compañeros de banda, amigos y familia uno del otro.

También están muy unidos a sus ciudades de residencia en el Medio Oeste. Cuando tocan en vivo en el centro de La Crosse, reúnen a los cubanos y atraen a los no cubanos a su mundo, compartiendo música e historias.

Son wisconsinitas. 

Ahora estos hombres tienen más de 60 años y han pasado la mayor parte de su vida en los Estados Unidos. Pero su corazón sigue estando en Cuba, y quieren visitar su tierra natal una vez más.

Si encuentran la manera de hacerlo.

La añoranza del hogar

Osvaldo Durruthy, de Madison, Wisconsin, tiene una bandera cubana colgada sobre la mesa del comedor. Siempre tiene presente el país donde nació, aunque no haya visitado Cuba en más de 40 años.

«Mi objetivo más importante es poder visitar mi país algún día, abrazar a mi familia y llevarles ropa y todo lo que necesiten», dice Durruthy. «Tengo a mi familia esperándome, ¿sabes? Mi hermana dice: “Hermano mío, antes de morir, lo único que quiero es verte”».

Osvaldo Durruthy prepares congri on his dining table. A large Cuban flag is hung over the table
Osvaldo Durruthy prepara la comida en su mesa de comedor de Madison, Wisconsin, el 19 de abril de 2021. Angela Major/WPR

Durruthy no ha visto a su hermana en persona desde 1980, pero la ve a ella, y también a sus sobrinos de Santiago de Cuba, a través de videollamadas periódicas de WhatsApp. Les envía dinero. Pero no es lo mismo que estar juntos. 

«Lo primero que quiero hacer, es abrazarla, levantarla y… darle un abrazo que nunca… como nunca ha recibido», dice Durruthy, sonriendo. «Me dijo que iba a cocinar para mí». ​

Pozo, que vive en La Crosse, también quiere visitar Cuba. Más que nada, quiere ver a su madre, Isabel. La madre tiene más de 90 años.

«Quiero ver a mi mamá antes de que muera, si Dios quiere. Y a mi familia», dice Pozo. «Mi mamá me ha amado con todo su corazón hasta el día de hoy».

Además, está el amigo de Pozo, Calderón, también de La Crosse.

«Si tengo la oportunidad de volver a casa, lo primero será ir al cementerio donde está enterrada mi madre», dice. 

A Calderón se le llenaron los ojos de lágrimas al pensar en volver a Cuba y visitar la tumba de su madre. Durante los más de 40 años que Calderón lleva viviendo en Estados Unidos, muchos de los miembros de su familia de Cuba han muerto; entre ellos, su padre y un hermano.

«Quiero presentarle mis respetos. Agradecerle (a él) la forma en que me educó», dice. «(Era) un trabajo muy duro conseguir tener comida en la mesa y que todos pudiéramos comer, ¿sabes?»

Para Calderón, el sueño de volver a casa es más urgente que para los demás. Tiene cáncer de los huesos.

«Me voy a morir. Pero es en ese momento cuando te das cuenta de que vas a morir pase lo que pase, con cáncer o sin él. La verdad es que me voy a morir. Así que (yo) uso eso para ayudar a otros y ese es mi objetivo. Trato de ser feliz», dice.

Su última voluntad es volver a Cuba para visitar su casa una vez más.

Uprooted
Marcos Calderón toca música con sus amigos y compañeros refugiados de Mariel en La Crosse, Wisconsin. Abril de 2021. Angela Major/WPR

Formas de obtener la residencia y la ciudadanía en EE. UU. 

Muchos exiliados cubanos pueden visitar a sus seres queridos en Cuba una vez que se convierten en residentes o ciudadanos de los Estados Unidos.

A diferencia de otros grupos de inmigrantes que viven en los Estados Unidos, los cubanos tienen un recorrido mucho más claro para poder obtener la residencia permanente y la ciudadanía gracias a la Ley de Ajuste Cubano.

Esta ley fue promulgada por el presidente Lyndon B. Johnson en 1966. Proporciona a los cubanos una forma ágil y exclusiva de obtener la tarjeta verde y, finalmente, convertirse en ciudadanos naturalizados.

En virtud de esa ley, los cubanos pueden convertirse en residentes de los Estados Unidos tras haber permanecido físicamente en el país durante un año. También tienen que acreditar su nacionalidad mediante documentación y probar que fueron admitidos en el país por un funcionario de inmigración, es decir, alguien que los haya registrado oficialmente.

La Refugee Act of 1980 (Ley de Refugiados de 1980) fue promulgada en marzo de ese año por el presidente Jimmy Carter. Ofrecía una vía para que todos los refugiados, no solo los cubanos, se convirtieran en residentes permanentes en el plazo de un año. 

Aumentó a 50,000 el límite de refugiados que los Estados Unidos aceptaría anualmente. Brindaba a los refugiados ayuda económica y para que se instalaran, así como formación laboral y clases de inglés. También se aclaraba que un refugiado era una persona con «temores fundados de ser perseguido».

Apenas un mes después de que la Ley de Refugiados se aprobara, comenzó el éxodo de Mariel en abril de 1980. Muchos de los cubanos que llegaron a Florida temían ser perseguidos por el gobierno cubano debido a sus inclinaciones políticas, su orientación sexual o su religión.

Carter dijo inicialmente que, en virtud de la Ley de Refugiados de 1980, los Estados Unidos admitirían a hasta 3,500 refugiados cubanos de los que habían irrumpido en la embajada peruana.

No obstante, el éxodo de Mariel llevó a tantos cubanos a los Estados Unidos en tan poco tiempo que, en cuestión de semanas, el país habría alcanzado su límite anual de admisión de refugiados. 

Cuban refugees in the U.S.
Dos refugiados cubanos se abrazan felizmente después de desembarcar en la estación naval de Key West el 2 de mayo de 1980; venían a bordo del Captain Henry con alrededor de 200 personas más. La embarcación llegó al puerto justo en el momento en que una tormenta se adentraba en la zona, con altas ráfagas de mar y viento acompañadas de fuertes lluvias. Phil Sandlin/Fotografía de AP

Según el libro de Carl Bon Tempo “Americans At The Gate“, la gran cantidad de exiliados cubanos que llegaban provocó un cambio de rumbo en los Estados Unidos en cuanto a la Ley de Refugiados de 1980.

Además, en aquella época, los cubanos no eran los únicos caribeños que llegaban en masa a los Estados Unidos en 1980 a causa de la represión política: miles de haitianos también arribaban a las costas de Florida y lo venían haciendo desde principios de los años setenta.

En junio de 1980, el gobierno estadounidense decidió responder con el Programa de entrada cubano y haitiano. La denominación oficial de los cubanos y los haitianos era, entonces, «Entrante con estado pendiente». No se les concedía asilo de forma inmediata y, legalmente, no eran refugiados.

Desde un principio, los refugiados de Mariel habían sido clasificados en función de su raza como parte de ese grupo más amplio de inmigrantes, dijo Omar Granados, profesor asociado de Español y Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Wisconsin- La Crosse, y copresentador de «Uprooted». Recibían un trato muy diferente al de los cubanos que habían llegado en las anteriores olas migratorias de los años sesenta y setenta.

Esa denominación iba a ser temporal, pero acabó teniendo enormes consecuencias. Según Bon Tempo, ese cambio de estado generó una situación migratoria poco clara para los exiliados de Mariel. Además, no recibieron tanta ayuda como otros refugiados, por ejemplo, los cubanos que llegaron en los años sesenta.

En palabras de Carl Bon Tempo, «el estado de ”entrante” vencía al cabo de seis meses, y Carter dejó en manos del Congreso la decisión de prorrogarlo o no. El Congreso respondió prorrogando repetidamente el estado de “entrante” y, en octubre de 1980, concedió a los marielitos pleno acceso a los fondos de reasentamiento del gobierno. En 1984, el Congreso finalmente “normalizó” la situación migratoria de los marielitos al enmendar la Ley de Ajuste Cubano de 1966, lo que los situó en el camino hacia la residencia permanente o la ciudadanía».

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Un boceto dibujado por un refugiado cubano que vivía en Fort McCoy en 1980. Este boceto forma parte de la colección de la Sala y Museo de Historia Local del condado de Monroe. Angela Major/WPR

Fabiola Santiago, una columnista del Miami Herald que cubrió durante muchos años el tema del éxodo de Mariel y su impacto en Florida, dijo que eso dejó a los refugiados en el limbo hasta 1984, ya que no se encuadraban en la Ley de Ajuste Cubano.

«Así que durante cinco años se quedaron sin ningún tipo de estado. No podían comprar una casa. No podían viajar. Eran realmente como indocumentados, salvo que no estaban sujetos a la deportación», comentó Santiago. «Cuba simplemente no los aceptaba. Así que nadie trató de deportar a ninguno porque Cuba no iba a aceptarlos».

Santiago señala que hubo esfuerzos comunitarios para ayudar a los cubanos de Mariel en Florida, pero que los legisladores federales no quisieron hacerse cargo de su causa debido al estereotipo de delincuencia asociado a los refugiados de Mariel.

Dice que una vez que las historias sobre los cubanos atrapados en el limbo se difundieron, se presionó a los funcionarios locales para que hicieran algo al respecto.

«Hice una obra en la que aparecía un pianista que no podía ir a dar un concierto en Bogotá y un artista que no podía exponer en la Ciudad de México. Esas historias empezaron a salir a la luz y se presionó a la estructura política de Miami, que no dejaba de ampliarse», explicó Santiago. «Finalmente, se les permitió (a los refugiados de Mariel) empezar los trámites para obtener la residencia, que luego desembocó en la ciudadanía».

Ese proceso de convertirse en residentes permanentes legales, o titulares de la tarjeta verde, comenzó alrededor de 1984. Significaba que los refugiados de Mariel podían vivir en los Estados Unidos indefinidamente. Podían tener propiedades, obtener ayuda económica para la educación superior y alistarse en el las fuerzas armadas estadounidenses. Pero no podían votar ni obtener un pasaporte estadounidense. ​

No era fácil conseguir la ciudadanía

Pero solicitar la residencia permanente tenía sus dificultades, especialmente en Wisconsin. El hecho de que la libertad condicional de los refugiados de Mariel hubiera finalizado no implicaba que obtuvieran automáticamente una tarjeta verde.

«Por desgracia, mucha de la gente relacionada con Mariel no lo hizo a tiempo», dice Steve Laxton, abogado de inmigración de la firma Matousek, Laxton & Davis en Sparta.

Lo cierto es que Laxton se convirtió en abogado de inmigración a raíz del éxodo de Mariel. Trabajaba en la cocina de Fort McCoy en 1980 mientras los refugiados cubanos vivían allí. En ese lugar, surgió su interés por el idioma español y las cuestiones relacionadas con América Latina.

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Fotos de Fort McCoy de 1980, después de que los refugiados cubanos abandonaran la base. Angela Major/WPR

Laxton dijo que, en muchos casos, los refugiados de Mariel en Wisconsin que podrían haber conseguido cambiar su estado migratorio simplemente no completaron el papeleo.

«Creo que mucha gente pensó: “Bueno, me dejaron entrar, se acabó la historia”», comentó Laxton.

Agregó que muchos cubanos de Wisconsin no tuvieron asesoramiento sobre cómo funcionaban las leyes ni un sistema de apoyo a largo plazo por parte de sus patrocinadores, a diferencia de lo que ocurría en lugares como Florida, donde la gran comunidad cubanoamericana normalmente ayudaba a los refugiados de Mariel a manejarse dentro del sistema.

Además de la confusión que acompañaba al proceso de inmigración, había otro problema que impedía a algunos cubanos convertirse en residentes o ciudadanos estadounidenses: sus condenas por drogas.

«Muchos de los casos que vemos ahora son personas que acuden a mí y tienen ese problema. No obtuvieron la residencia cuando podrían haberlo hecho y entonces se encontraron con problemas de índole penal», dice Laxton.

Si cometes un delito en los Estados Unidos, eso puede acompañarte durante mucho tiempo, incluso si eres ciudadano. En algunos estados, pierdes el derecho a votar. En algunos, no puedes portar un arma de fuego. En otros, no puedes obtener la visa para viajar a ciertos países. 

Es algo que afectó a muchos exiliados cubanos, como Calderón, Pozo y Durruthy. Al haber sido condenados por delitos graves de venta de drogas, en concreto de cocaína, no pueden optar por la ciudadanía.

«Las drogas son algo realmente difícil porque la única excepción que contempla la ley de inmigración es el uso de 30 gramos o menos de marihuana para fines de consumo personal», explica Laxton. «Cualquier otro tipo de delito de drogas es fatal según la ley de inmigración. No hay exención posible».

Puesto que algunos cubanos de Wisconsin han sido condenados por vender drogas, la única manera de que puedan convertirse en ciudadanos es si se revocan las causas, se enmiendan los cargos o les conceden un indulto.

Personas como Calderón, Pozo y Durruthy fueron condenadas por delitos de drogas hace 30 o 40 años, en plena guerra contra las drogas y cuando las opiniones sobre esas sustancias eran más conservadoras. 

No cabe duda de que, en los últimos años, ha habido una liberalización que se refleja en las leyes de los estados. En varios estados, se ha despenalizado o legalizado, al menos, el uso de la marihuana. Y creo que se está reconsiderando la idea de la severidad de las leyes en materia de drogas, sobre todo para los ciudadanos estadounidenses, y en especial para las comunidades afroamericanas, en las que el nivel de encarcelamiento es muy alto, demasiado alto, por delitos de drogas bastante inofensivos», dijo Laxton. «Creo que se ve alguna modificación en este sentido, pero no se ha incluido en la ley de inmigración».

Actualmente, la marihuana es legal en muchos estados, pero no en Wisconsin. Sin embargo, las leyes no han cambiado en lo que respecta a otras drogas, como la cocaína. Eso afecta la situación de los refugiados de Mariel que fueron sorprendidos con esa droga hace décadas. ​

Atrapados en el limbo de la deportación

Además de los obstáculos para convertirse en residentes permanentes o ciudadanos, los exiliados de Mariel con condenas por drogas también corren el riesgo de ser deportados.

«Si tienes una condena por drogas, sobre todo por tráfico de drogas, eso va a dar lugar a que ponga en marcha un proceso de deportación si no eres ciudadano estadounidense. Y muchos recibieron órdenes de deportación», comentó Laxton.

Enrique Moré y Pozo fueron retenidos en centros de detención de migrantes en Milwaukee y Chicago durante meses. Los motivos son diversos y no están claros.

Pozo dijo que fue detenido cuando fue a renovar su permiso de trabajo hace unos años. Dijo que estuvo en detención de inmigración en Chicago durante unos seis meses.

Pero Cuba no lo hubiera aceptado de vuelta. No permiten que personas con condenas por delitos graves vuelvan al país. Por más que Pozo quisiera ir por su propia voluntad, Cuba no lo aceptaría. A pesar de haber sido liberado del centro de detención, a Pozo todavía lo pueden detener o deportar en cualquier momento.

Pozo se inquieta y se enardece cuando habla de ello.

«Pago impuestos. Mi familia paga impuestos. Entonces, ¿por qué me tienen en el limbo?» dijo Pozo. «Cuando quieran, van a meterme en la cárcel sin ningún motivo. No he cometido ningún delito. No me han dado el derecho al debido proceso. Esta enmienda 14… es un castigo cruel e inusual, una violación de enmiendas».

Y no hay mucha claridad por parte del gobierno sobre lo que está pasando.

A Cuban refugee shows his visa to an interpreter
Carlos Leopoldo García Calineau muestra su visado de salvoconducto a un intérprete en el centro de reasentamiento de refugiados. Randy Cowden/EE. UU. Foto del Ejército

La Wisconsin Public Radio se puso en contacto con varias agencias federales, como el Departamento de Estado, el Servicio de Ciudadanía e Inmigración y el Departamento de Seguridad Nacional de los Estados Unidos, pero los representantes de esas agencias no respondieron a estas preguntas. 

Hay una causa de la Corte Suprema de los Estados Unidos de 2001 en la que se dictaminó que las personas no pueden ser retenidas indefinidamente, aunque se las esté deportando. Tienen que ser liberadas después de 90 días. Entonces, ¿cómo pueden los Estados Unidos detener a personas como Pozo durante meses? 

Laxton dice que hay una excepción a ese fallo.

«A menos que existiera una gran probabilidad de que la deportación pudiera llevarse a cabo, la persona tenía que ser puesta en libertad, y se estableció un proceso en el que se realizaría una revisión cada seis meses», dice Laxton. «Si has pasado por ese proceso de revisión y te han liberado, entonces, te dan una autorización para trabajar, una especie de suspensión del estado de deportación. Sigues estando legalmente deportado. Pero no pueden concretar la deportación. Así que estás en una especie de limbo». 

En 2005, la Corte Suprema de los Estados Unidos dictaminó también que los refugiados de Mariel no podían ser retenidos indefinidamente, una suerte que habían corrido unos 750 cubanos que llegaron en 1980.

Los refugiados de Mariel sobre los que pese una orden de deportación pueden seguir viviendo en EE. UU. Pueden obtener un permiso de trabajo y una licencia de conducir, pero podrían ser deportados en cualquier momento, especialmente si EE. UU. y Cuba mejoran su relación diplomática, explicó Granados. 

En la primavera de 2022, se reunieron ambos gobiernos para hablar de esta misma cuestión, sobre si Cuba empezaría a aceptar más deportados, pero no han cambiado mucho las cosas.

Arrepentimiento y sueños

Calderón, Pozo y Durruthy dicen que se arrepienten de decisiones pasadas que les han impedido obtener la ciudadanía. Dicen que han pagado por sus delitos pasados, pero los cargos siguen estando ahí.

«Estamos aquí. Pagamos impuestos. Trabajamos, pero no tenemos ningún derecho», dijo Calderón, que fue condenado por un cargo de drogas en 1988, en Minnesota. «Prácticamente empezamos aquí sin tener la oportunidad de convertirnos en residentes o ciudadanos estadounidenses». 

«Es muy triste porque a veces vivimos en un estado de nerviosismo, porque no sabes si va a pasar algo y vendrán los de inmigración, como “Vete a Cuba deportado”. Y nunca se sabe por qué», continuó Calderón. «Salí en 1991 y, desde entonces, lo único que he hecho es trabajar, trabajar, trabajar, trabajar y no volver a delinquir. Nada. Y no hay una segunda oportunidad».

Calderón quiere una segunda oportunidad para poder visitar Cuba una vez más. Pero sin el pasaporte estadounidense, que se obtiene solo si se es ciudadano, no puede abandonar el país.

Los cubanos que tienen la tarjeta verde y el pasaporte cubano pueden viajar a otros países, dijo Granados.

Pero Calderón, Pozo, Durruthy y muchos otros exiliados cubanos no tienen ninguno de esos documentos.

«¿Por qué los cubanos no pueden tener una segunda oportunidad para poder ir a ver a su mamá?», preguntó Pozo, que fue atrapado con cocaína a principios de los años noventa. «Porque hemos sido ciudadanos respetuosos desde que cometimos ese delito».

Pozo dijo que quiere que los funcionarios federales examinen de nuevo sus casos con la esperanza de que los saquen del limbo.

«Recuerdo lo sucedido en el pasado. Habíamos cometido muchos delitos, hicimos muchas cosas malas. Pero ¿sabes?, todo el mundo ha hecho cosas malas en la vida, viejo», dijo Durruthy, que fue enviado a prisión después de vender cocaína a un agente de policía encubierto a principios de los años noventa.

«Aunque hayan pasado 40 años, ya sabes… No somos perfectos», agregó Durruthy. «Solo queremos formar parte del sueño americano, ¿sabes?».

Desde que salieron de Cuba en 1980, han buscado su visión del sueño americano, dijo Granados. «No estoy seguro de que su sueño americano siga existiendo».

Lillian Guerra, escritora y profesora de Historia de Cuba y el Caribe en la Universidad de Florida, dice que el acceso al sueño americano está muy relacionado con la raza. 

Lillian Guerra
Lillian Guerra es escritora y profesora de Historia Cubana y del Caribe en la Universidad de Florida. Fotografía por cortesía de Lillian Guerra

«Esos casos de personas que estaban desesperadas por regresar (a Cuba) hablan de cuán traumática ha sido su vida aquí y cuán incongruente es su conocimiento de los Estados Unidos», manifestó Guerra. «Mucha gente cree que existe el sueño americano y no entiende que el sueño americano solo existía para los que eran blancos».

Y mientras que algunos grupos, como los italoamericanos y los irlandeses, formaron parte de ese sueño gracias al auge de los sindicatos en los años cincuenta, Guerra dice que otros grupos, como los afroamericanos y los puertorriqueños, no fueron incluidos.

A los latinos, en general, no se los incluía, a menos que llegaran con cierto grado de ventajas históricas acumuladas», agregó Guerra. «Podías no tener un centavo, pero si tenías un título de médico, sabías cómo funcionaba un sistema y cómo salir adelante en otro». ​

 Un paso más cerca de Cuba

Mientras se sienta a la mesa en La Crosse, suena el teléfono de Ernesto Rodríguez. Recibe una videollamada por WhatsApp de su hermana mayor en Cuba.

Presenta a su hermana Caridad a todos los presentes en la mesa, incluidos Pozo y Calderón.

Los hermanos no se han visto en persona por casi 50 años, desde que él estuvo en una prisión cubana antes de subirse al barco que lo trajo a los Estados Unidos durante el éxodo de Mariel.

Estas llamadas son una de las únicas formas que tiene Ernesto de mantenerse conectado con su casa, un lugar en el que no ha estado desde hace más de 40 años. 

«Por supuesto que quiero ir de visita», comentó Ernesto al terminar la llamada. Tengo mucha familia que no conozco, como sobrinos y sobrinos nietos. Cada vez que hablo con ellos, me dicen: «¿Cuándo vas a venir?».

Pero a diferencia de sus amigos Pozo, Calderón y Durruthy, Ernesto puede volver a Cuba. Es residente permanente de EE. UU. Obtuvo su tarjeta de residencia en 1981. Además, su «historial está limpio», nunca fue condenado por un delito grave. Todos esos factores le permiten viajar de nuevo a Cuba.

Ernesto Rodriguez playing drums
Ernesto Rodríguez toca la batería en su casa de La Crosse, Wisconsin. Abril de 2021. Angela Major/WPR

Y cuando lo haga, lo primero que quiere hacer Ernesto es visitar su ciudad natal, Camagüey. Quiere visitar un enorme ingenio azucarero en el que solía trabajar y ver si todavía está en funcionamiento.

También quiere ver la tumba de su abuela y pasear por su antiguo barrio.

«Ver si reconozco el lugar en el que vivía. Ver si la casa sigue ahí. Y luego, me iré a Florida a pasar una temporada con mi familia», dice Ernesto, sonriendo. «Tal vez me tome tres semanas en La Habana, fiesta en La Habana».

Además, comer cerdo asado y congrí.

Pero Ernesto no puede ir todavía.

Eso es porque hay un problema con sus papeles. El nombre de Ernesto en su acta de nacimiento no coincide con su DNI cubano. El nombre que ha usado toda su vida es Ernesto Rodríguez Ruiz. Pero su padre firmó un nombre diferente en su certificado de nacimiento: Néstor Rodríguez Cruz. No está claro porqué ocurrió. Aunque tenga la tarjeta verde, Ernesto necesita un pasaporte cubano para visitar su país. Pero como sus nombres cubanos no coinciden, no tiene todos los documentos que necesita para viajar.

Ha presentado los papeles para arreglar su situación con la embajada cubana en Washington, D.C. y aún está a la espera de una respuesta.

Hay una forma en que Ernesto podría llegar a Cuba antes. Si cambiara legalmente su nombre en los Estados Unidos por el que figura en su certificado de nacimiento cubano, es decir, Néstor Rodríguez Cruz, podría obtener su pasaporte cubano y regresar, dijo Granados.

Pero Ernesto no quiere cambiar su nombre. El abogado de Sparta, Steve Laxton, ha estado colaborando con él y le ha dicho a Ernesto que se cambie el nombre, pero no quiere hacerlo, explicó Granados.

«Es su identidad. Por mucho que quiera ir a Cuba, no quiere ser otra persona en los Estados Unidos», afirmó Granados.

Esto es motivo de discordia entre los amigos cubanos de Ernesto que no pueden regresar. No entienden por qué no se cambia el nombre y ya. Dicen que cambiarían de nombre en un instante si eso significara poder volver a Cuba.

Abogar por sí mismos

A pesar de que los sistemas están en su contra, Rodríguez y los demás cubanos de Wisconsin se muestran optimistas ante la perspectiva de regresar a Cuba.

«A lo largo de los últimos años, han comprendido mejor el racismo y la discriminación a los que se han enfrentado. Han empezado a abogar por sí mismos», dijo Granados. «Han aceptado ser entrevistados para este podcast. Participan en mesas redondas».

Calderón opina lo mismo.

«Tengo 65 años. ¡Vaya! Las cosas van rápido… No me he dado por vencido. Tengo fe en (que podré) volver a Cuba», dijo.

Calderón tiene previsto reunirse con el equipo del gobernador de Wisconsin, Tony Evers, para compartir su historia. Ha hablado de organizar concentraciones para llamar la atención sobre la situación de los refugiados de Mariel y conseguir con ello que los legisladores se interesen en el tema. Ha analizado la posibilidad de pedir  un indulto en Minnesota, donde cometió el delito en 1988.

Marcos Calderón, Rodosvaldo Pozo and Ernesto Rodriguez
Marcos Calderón, Rodosvaldo Pozo y Ernesto Rodríguez en La Crosse, Wisconsin. Abril de 2021. Angela Major/WPR

Pozo habla de hacer lo mismo en Wisconsin. Hasta agosto de 2022, Evers concedió 603 indultos, más que cualquier otro gobernador de Wisconsin. 

Lo que más desea Calderón es convertirse en ciudadano estadounidense. No se trata solo de volver a pisar Cuba. Quiere votar. Quiere viajar y ver el mundo.

«Ya es suficiente para la gente que lleva más tiempo en este país que en el suyo propio», dijo Calderón. «Quiero que cambien las leyes. Quiero que la gente conozca nuestras historias. Quiero que la gente sepa que es legal que estemos en los Estados Unidos de América. Nos acogieron en este país».

Calderón reconoció que él y algunos de sus amigos cometieron delitos cuando eran jóvenes.

«La mayor parte del tiempo no sabían muy bien lo que hacían. Trataban de sobrevivir porque estaban consiguiendo dinero», dijo Calderón. 

Además, está Durruthy. Hace treinta años, creía que la única manera de volver a Cuba era matando a Jeffrey Dahmer y hacer que lo deportaran.

Su modo de pensar ha cambiado mucho desde entonces.

«Mis compañeros cubanos y yo, si no nos unimos y tratamos de pedir perdón, (nunca) vamos a ser oídos», agregó Durruthy. «Queremos que se oiga nuestra voz. Queremos que nuestras voces hagan algo por nosotros… para poder conquistar lo que hemos buscado durante años y años y años. Esta es la tierra de las oportunidades».

Durruthy pide otra oportunidad después de haber salido de la cárcel en 2016.

«Hemos pagado por nuestros errores. Veinte… treinta años. La mayoría de nosotros lo hicimos en la cárcel», dijo Durruthy. Tenemos más de 60 años… dejamos de ser una amenaza para la sociedad, ¿sabes?»

«A quien nos escuche, nosotros estamos… pidiendo perdón. Pedimos consideración. Pedimos una oportunidad para poder crecer como hombres, padres, maridos», continuó Durruthy.

Los cubanos de Wisconsin estuvieron muy atentos cuando el gobierno de Biden concedió clemencia a algunos delincuentes por drogas en la primavera de 2022. Y como mucha gente, están esperando a ver si el gobierno de Biden normaliza las relaciones con Cuba.

También están al tanto de las noticias de Cuba, así como de lo que ocurre con la inmigración procedente de otros países latinoamericanos. 

Pero hasta ahora, no ha habido muchos indicios de que los legisladores o las agencias gubernamentales busquen cambiar las políticas que afectarían a este grupo de refugiados cubanos de Mariel.

Mientras preparábamos este podcast, nos pusimos en contacto con varios organismos gubernamentales, pero ninguno accedió a hacer comentarios.

Por mucho que estos hombres quieran volver a Cuba, lo que realmente desean es quedarse en Wisconsin. Han vivido casi toda su vida aquí. Por muy duras que hayan sido las cosas, a la mayoría de ellos les encanta el estado: tienen hijos, amigos, novias y una banda. No quieren que los deporten.  

Rodosvaldo Pozo and Ernesto Rodriguez
Rodosvaldo Pozo y Ernesto Rodriguez. Photo courtesy Omar Granados

¿Y ahora qué?

No hay un gran final dramático. Nadie ha vuelto a Cuba. Todos siguen esperando.

Mientras tanto, Granados sigue trabajando con la comunidad de refugiados cubanos en La Crosse para ayudar a contar sus historias a través de la exposición itinerante «Uprooted» (Desarraigados) y, muy pronto, a través de una exposición virtual.

Si hay algún cambio importante en la vida de los cubanos de Wisconsin, por ejemplo, si alguien logra regresar a Cuba, les presentaremos sus historias aquí en «Uprooted».

A propósito de las personas que has conocido en este podcast:

Los papeles de Ernesto Rodríguez para volver a casa aún no están en orden. Participa en un grupo de baile latino en La Crosse.

Rodosvaldo Pozo playing drums
Rodosvaldo Pozo toca música en La Crosse, Wisconsin. Abril de 2021. Angela Major/WPR

Rodosvaldo Pozo sigue haciendo percusión con los músicos de La Crosse y le encanta ver boxeo cubano por internet.

Marcos Calderón continúa aprendiendo a tocar el saxofón, y está deseando cambiar las cosas para los refugiados cubanos en el plano político. También ha hablado más abiertamente de su diagnóstico de cáncer, con la esperanza de que la gente se anime a seguir con sus propios tratamientos.

Armando Rodríguez vive en Madison y conduce un montacargas. Suele conducir hasta La Crosse para ver a sus amigos; entre ellos, Pozo, Calderón y Ernesto Rodríguez.

Enrique Moré, al que «le gusta demasiado la música», acaba de terminar otra sesión de grabación con su banda, Mr. Blink.

Y Osvaldo Durruthy, un día, al abrir el buzón de la correspondencia, espera encontrarse con una carta de inmigración en la que le informen que ya es residente permanente y legal de los Estados Unidos. Entonces podría volver a casa, a Cuba; un sueño que no siempre ha estado a su alcance.

Photos of Osvaldo Durruthy when he was young
Fotos de Osvaldo Durruthy cuando era joven, que están colgadas en su casa de Madison, Wisconsin. Angela Major/WPR
  • Durruthy se convirtió en el lavandero de su barrio cuando era pequeño. 
  • Para alimentar a su familia, se volvió carterista.
  • Lo enviaron a una prisión cubana durante el régimen castrista.
  • Luego fue enviado a los Estados Unidos como parte del éxodo de Mariel. 
  • Al llegar a Florida desde Cuba, fue enviado a Fort McCoy.
  • No encontró un patrocinador mientras estaba en Fort McCoy, así que lo mandaron a Fort Chaffee en Arkansas.
  • A partir de ahí, Durruthy fue apadrinado por un millonario de Nashville.
  • Sobrevivió a múltiples heridas de bala provocadas por peleas mientras se adaptaba a la vida en el Medio Oeste.
  • Durruthy fue detenido y encarcelado en Wisconsin.
  • Fue liberado en 2016 y ha comenzado a rehacer su vida.

Durruthy no es una persona que vaya a renunciar a su sueño de regresar a Cuba.

«Espero que suceda», dijo. «Es lo único que buscamos, ¿sabes? Ojalá algún día se acuerden de nosotros y nos den la oportunidad de hacerlo. Muchas gracias. Gracias. ¡Qué Dios bendiga a los Estados Unidos!».

Wisconsin Cubans gather at Brittingham Park in Madison and play music
Cubanos de Wisconsin se reúnen en el Parque Brittingham en Madison, Wisconsin, en abril de 2021 para rendir homenaje a la vida de Jesús Cisneros-Hernández. Fila de atrás: Armando Rodríguez, Osvaldo Durruthy, un amigo, Ernesto Rodríguez, un amigo, Rodosvaldo Pozo y un amigo. Al frente: Tony Fajardo y un amigo. Maureen McCollum/WPR